Pequeños gestos que han cambiado mi relación con el móvil a mejor
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Reconozco que tuve teléfono móvil bastante tarde, ya con 27 años. Por aquel entonces, diciembre del año 2000, era muy habitual encontrarnos este nuevo dispositivo en los bolsillos y si no di el paso antes fue porque realmente no me hacía falta. En estos 23 años he perdido la cuenta de la cantidad de teléfonos que han pasado por mis manos, y también ha variado mucho la relación que tengo con estos dispositivos. Este no es un artículo técnico, ni te voy a hablar de las virtudes de un teléfono o de algún truco que pueda venir bien. Se trata de pequeños gestos que comencé a aplicar hace algún tiempo y que sin lugar a duda, han cambiado la forma en la que me relaciono con él.
Gestos que mejoran mi relación con el móvil
Apagarlo de noche
Es cierto que mis circunstancias me permiten poder apagar el teléfono de noche, también dispongo de teléfono fijo y por tanto, estoy localizable ahora sin intempestivas. Pero irme a la cama implica apagar el teléfono móvil. No sé qué extraña conexión tenemos muchas veces con el dispositivo de dejarlo encendido. El otro día comentaba con una persona este hecho y él me decía que no apaga el teléfono nunca, que no recuerda cuando fue la última vez. No solamente solamente en necesario para que el dispositivo cese todos sus procesos durante un tiempo, sino también como manera de desconexión mental.
Dejarlo en casa a veces
La nomofobia afecta a más personas de las que podamos imaginar. Ese esa sensación de angustia que nos invade cuando no sabemos dónde está nuestro teléfono o sabemos que lo tenemos en casa y estamos en la calle. Practicar el placer de dejar el teléfono queriendo en casa mientras te vas a dar una vuelta también implica una forma de romper ese cordón umbilical que tenemos con él. No pasa nada si bajas a comprar el pan y no llevas el teléfono encima. Quizás en mi caso, sea algo más sencillo al disponer de un reloj inteligente que permite realizar llamadas, aunque el teléfono se encuentre fuera de su alcance. sin embargo, en esos momentos en los que necesito libertad absoluta cometo, la osadía de dejar también el reloj en casa o cambiarlo por el típico de agujas de toda la vida.
No eternizar la carga
De muchas ocasiones, irme a la cama era sinónimo de dejar el teléfono cargando toda la noche. Esto tiene un efecto negativo a largo plazo sobre la batería del teléfono. Ahora no ando tan preocupado con el tema de la carga, y la tengo limitada para que cuando llegue al 80 % deje de cargar. En muchas ocasiones he referido que debemos cargar el teléfono cuando se encuentra próximo al 20 % y no superar ese 80 %. Y, por supuesto, eso de poner el móvil a cargar de noche y quedarme dormido ha pasado a la historia. La carga rápida es un hecho, y en pocos minutos puedes tener batería suficiente para todo lo que te haga falta.
Llevármelo a la cama
Una tentación muy grande la de ponerse a consultar cualquier tontería cuando ya estás en la cama. Efectivamente, es algo que tiene un efecto negativo sobre nuestro descanso. Así que, cuando voy a dormir, no solamente apago el teléfono, sino que lo dejo fuera de mi alcance porque a la cama nunca va conmigo.
Siempre en Modo Silencio
Si os soy franco, no sé cuál es el tono de llamada que tengo en mi dispositivo. La razón es muy sencilla, está permanentemente silenciado. Así evito molestar a los demás con alguna llamada inoportuna, algún sobresalto, cuando necesito concentración o descanso y, por qué no, no dejar que el teléfono interrumpa con su canto una conversación de amigos porque suena.
Todos estos gestos son bastantes sencillos de aplicar y no son nada del otro mundo. A mí me han funcionado a cambiar la relación con el móvil, dándole efectivamente la importancia que tiene. Si hay algo que me encanta y que mi trabajo me permite hacer es poder ir trasteando dispositivos de muchas marcas diferentes. Pero cuando llega el momento de dedicarme a mí mismo, el móvil pasa a un segundo plano.
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